El Soldado Paul Arnold (1727)

Paul Arnold en 1727 regresaba a Meduegna, no lejos de Belgrado, después de haber estado de servicio en el ejército en Kostartsa, Grecia. El joven Paul había acampado en una zona conocida por haber habido numerosos casos de "cadáveres" que surgían de sus tumbas para chupar la sangre a los vivos. Uno de esos no-muertos le atacó. El muchacho localizó su tumba y le destruyó. Presa de pánico pidió a sus superiores permiso para regresar a su aldea de Meduegna, para recuperarse de aquella aterradora experiencia. Cuando llegó a su hogar, sufrió un accidente cuando cayó de un carro. Este accidente desencadenó su muerte y fue enterrado. Al cabo de un mes, según la leyenda, salió de su tumba y empezó a atacar a las gentes de la aldea. Éstas después de haberse aproximado a él, sentían una debilidad general por todo el cuerpo y morían. Los lugareños eran presa de el joven vampiro, que se apropiaba de su sangre.
Las autoridades acabaron tomando cartas en el asunto, y tres cirujanos del ejército exhumaron el cadáver. Tras sacar el ataúd y levantar la tapa, apareció ante sus ojos la imagen del joven vampiro, con la boca abierta y repleta de sangre fresca. El sepulturero le gritó: "¡Así que todavía no has limpiado tu boca desde anoche!" Uno de los presentes se desmayó y el resto procedieron a clavarle una estaca en su corazón. El vampiro lanzó un grito desgarrador. Se localizaron otros vampiros en tumbas próximas, a los que incineraron. Las autoridades se pasaron años descubriendo tumbas y comprobando atónitos como personas enterradas hacía meses no presentaban síntomas de putrefacción. Se les abría el pecho y éste aparecía lleno de sangre fresca, y sus vísceras íntegras.
      



Vampiros Griegos (Siglo XVII)

El Vampiro Griego es el más letal de todos, se le conoce con el nombre de Vrykolakas y su cuerpo puede hincharse y extenderse. Es capaz, según dichos, de matar a una persona con tan sólo acercarse a cierta distancia, sin contacto físico alguno. En el siglo XVII, el folklorista griego Leo Allatius escribió que los Vrykolakas deambulaban por las calles de Chios, llamando a las puertas de sus habitantes, y si alguien respondía al ser, moría al día siguiente. Los Vrykolakas extendieron su plaga a plena luz del día, los rayos del Sol no les afectaban y acabaron arrasando comarcas enteras. Asfixiaban a sus víctimas mientras dormían, y quienes eran mordidos por ellos, se convertían en ellos: mitad vampiros, mitad demonios. Los Vrykolakas se movían a una velocidad terrible, aparecían de repente, de la nada, como un relámpago y debían emitir algún influjo infernal o un virus desconocido, porque quien moría cerca de éste, se convertía en Vrykolakas. Esta criatura infernal tenía incluso el poder de reanimar cadáveres, y así conformar ejércitos de monstruos. Tenía un punto débil, las armas de fuego podían matarle. Quizás con eso la población pudo detener su invasión.